Nada como esto, nunca había tenido un lance parecido al que pude vivir la semana pasada, reconozco que mis salidas a por lucios con mosca fueron mucho más numerosas al comienzo de los años 90, por aquella época de hecho era lo que más pescaba, con caña de línea 5, pues es lo que tenía.
Recuerdo jornadas memorables en cuanto al número de capturas
en el mítico embalse de Santillana y muchos viajes al Esla por Valencia de Don
Juan, hoy en día estos lugares no son ni la sombra de lo que fueron. Durante
estos años me dedique de pleno a los lucios, y realmente saque muchos, pero
siempre se me resistió llegar a capturar uno verdaderamente grande, en muchos
casos es cuestión de pura lotería.
Llevaba muchos años sin regresar a por ellos, salvo alguna
salida esporádica con bolo a la espalda y realmente creí que tener un gran
ejemplar al otro lado de la línea no sería algo alcanzable, no saliendo como
media una jornada cada dos años…solo sería con un golpe de suerte.
La jornada de la sorpresa comenzó con el típico día bueno para ir a por lucios, nublado y sin viento, sin hacer un frío excesivo. Comencé como se comienzan estas jornadas, con mucha fe y ganas de lanzar, ganas que todos sabemos van disminuyendo conforme pasan las horas lanzando, pescar lucios con mosca no es cómodo, las cosas como son.
Muchas fueron las posturas en las que lance mi mosca,
posturas de las que estas casi seguro que pueden esconder un pez, pero la intuición
parecía no acertar, parecía no acertar hasta que llegue a aquel muro…
Un muro de piedra que penetraba en el agua hacia la oscuridad del fondo, a unos 12 metros de la orilla el muro formaba una especie de cueva al tener enfrente una enorme roca de granito, en ese momento supe que algún lucio tenía que acechar ahí, tal vez no en el momento en el que yo pretendía meter ahí mi mosca, pero si en algún instante del día, el lugar era demasiado bueno para tender emboscadas como para que un gran depredador no lo utilizara.
Bien, lance mi mosca justo donde tenía que hacerlo, el hueco
entre el muro y la roca seria de algo menos de un metro de ancho y situado a
unos 3 metros de profundidad, deje que el streamer comenzara a hundir, para una
vez llegado al fondo, a lo más oscuro de la oquedad comenzar a recoger, pero
algo impidió que alcanzara su destino.
De repente la línea dejo su movimiento de descenso y comenzó
a desplazarse lateralmente, algo ha picado!!, me dije e inmediatamente, clave
con fuerza y trate de evitar que el pez en su primera arrancada se ocultara en
la cueva o se dirigiese hacia el muro, esa era la idea, pues no creí que fuera
a oponer resistencia, lo normal es que se tratase de un lapicero.
Pero cuando trate de arrastrarlo fuera y la respuesta fue un
tremendo empujón, doblando la caña y con unas embestidas que solo me podían hacer
liberar línea me di cuenta que no era lo que yo pensaba. Llego al muro sin poder
evitarlo y sentí como si me estuvieran clavando pequeñas espinas en la espalda, sentía como el bajo rozaba con las piedras sin poder hacer mucho más rezar por que no
rompiera, posteriormente vi los daños y lo que hubiera pasado de no montar un
bajo de acero mucho más largo de lo normal, cosas de la suerte.
En mi afán por evitar perder lo que podría ser el lucio de
mi vida termine metido en el agua por encima de la cintura, no iba a perder
semejante ejemplar solo por mojarme, todos mis alrededores eran rocas
cuarteadas en las que cortar el bajo y no podía permitirlo ni dar tregua al
depredador.
Y al fin lo tuve en mis manos, y no sabía muy bien qué hacer
con él, no es sencillo agarrar un pez de este tipo y por principios no pensaba
meterle los dedos en las agallas como por desgracia es costumbre ver entre
demasiados pescadores. Con las manos temblando por la subida de adrenalina pude
agarrarlo e inmortalizarlo en algunas fotografías, dejándolo varado en el agua
de la orilla a sabiendas de que en cualquier coletazo se escaparía, pero creo
que no merecía un mal trato, todo lo contrario.
Me cuesta expresar lo que sentí en esos momentos, puedo
confesar que temblaba, y me duro un buen rato. Como un niño que pesca por
primera vez, temblando de emoción.
Después de
recuperarlo brevemente pudo regresar a su lugar y yo sencillamente me quede
sentado en una piedra analizando una y otra vez lo que había sucedido, solo
lamento una cosa, y es que estos momentos son fugaces, duran muy poco. Ojala se
pudiera vivir esa sensación durante más tiempo…pero tal vez si fuera así perderían
parte de su magia, no?
Gracias por estos instantes de plenitud.
Bonito sitio, lance y pez (y fotos)... ¡y yo aún sin mojar garfio con los lucietes invernales!, jo.
ResponderEliminarGracias por tu entrada, me ha despertado instintos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarTremenda entrada Carlos!!! Fantásticamente descrita, te hace meterte en el relato como si lo estuvieses viviendo.
ResponderEliminarEnhorabuena por ese momento mágico con un animal envidiable
Los trofeos siempre nos haràn temblar ;-)
ResponderEliminarQué raro un lucio sin dientes !